Para muchos, la Semana Santa es una semana para salir de vacaciones en familia, un respiro de la presión laboral o académica. Depende de ti y de mí vivir e invitar a vivir a otros una Semana Santa con Cristo.
En el colegio Mano Amiga Aguascalientes, como en muchas otras partes del mundo, eso hicimos. Para nosotros, Cristo sigue siendo el centro y el sentido de las fiestas que el mundo festeja sin recordar su historia de salvación, la historia de amor de Dios a nosotros, de su recuerdo en nuestro corazón.
La Semana Santa es Santa, porque el hombre más Santo que ha pisado la tierra dio su vida por ti y por mí, ¿lo sabías? Lo hizo para que recuperáramos nuestra amistad con Dios nuestro Padre, para liberarnos de la esclavitud del pecado y para recordarnos cuánto nos ama Dios.
El Corazón que más ha amado a la humanidad es el corazón de Cristo, y ese mismo corazón es el que más desea ser consolado. Cristo, quien se apasiona por amarnos, acompañarnos y consolarnos, es el corazón que más está siendo ofendido, que más soledad está padeciendo, que menos amor está recibiendo.
Él aquí en la tierra nos dio claro ejemplo de cómo amar a nuestros hermanos y así amarlo a Él: con nuestras palabra, con nuestra sonrisa, con nuestra presencia. Tú puedes hacer que tu hermano sienta la presencia de Cristo en la Tierra visitando a los enfermos, enseñando al que no sabe, orando por vivos y difuntos.
En esta Semana Santa quisimos consolar ese Corazón. Por eso en las misiones visitamos casa por casa a nuestros hermanos, rezamos con ellos, por ellos y por sus intenciones, y encomendamos a sus difuntos. Enseñamos, recordamos y buscamos vivir juntos las obras de misericordia espirituales y corporales a través de pláticas y juegos. Por medio de la oración desde el corazón, recordando, agradeciendo, viviendo con Él y la Santísima Virgen María diferentes momentos donde es evidente su amor por nosotros.
No solo en la oración buscamos consolar a Cristo. También mediante las pláticas, el visiteo y la convivencia con las personas de la comunidad que han sido un consuelo y nos han permitido la enseñanza mutua. Ya que al dar, Dios siempre da más: consuelo, enseñanza, oración, alegría.
Todos los misioneros al terminar las actividades del día buscamos compartir nuestras experiencias, y vemos cómo cada alma se ha ido enriqueciendo con su entrega. Así como las gracias que Dios ha ido dando a cada uno de nuestros corazones en la misión.
Vivimos en un mundo muy agitado, pero Dios nos da su amor en cada instante. Al estar acostumbrados a gozar de todos los beneficios y comodidades de nuestro tiempo, dejamos afuera a Dios y no damos amor en vida. Por eso es bueno y necesario hacer estos altos al final del día, y en algunos momentos de nuestra vida, para profundizar en esos regalos y así valorar y agradecer a Dios por todo lo que nos da.
Uno de los regalos más grandes al misionar en familia es ver cómo Cristo la une más, y cómo va nutriendo de fe y amor el corazón de cada miembro. Así como el deseo de que otros lo conozcan y amen.
“Al misionar en familia se percibe la fe en el corazón de los hijos y su deseo por compartirla con los demás. Si lo hiciéramos más constantemente los niños podrán compartían aún más que los adultos.” Patricia Durón Reyes.